Recuerdo aquella primera visita, ailment cuando al salir de la plaza, nos perdimos en ese universo propio de estanterías infinitas y montañas esparcidas sobre las mesas. La luz que se filtraba entre las ventanas, el polvo suspendido en los haces que se dejaban caer en las cubiertas de bestsellers, novelas, atlas y clásicos. 

Entonces se leía en la leyenda “8 miles of books”… ocho millas en las que esconderse, en las que dejarse invadir por el olor y la lectura;  y vagar por los carros apilados en la acera, sin más vigilancia que la confianza del que seleccionará, cogerá e irá al mostrador a pagar la mercancía.

Y soñé con esos libros. Al volver, siete años más tarde, no caí en ese cambio sensible que figuraba en el logo, rojo y blanco, bajo las letras de New York City… y sin embargo ahí estaba, cuando me lo hizo notar: 18 miles of books.  

Las letras han ganado la batalla al espacio y han encontrado otras esquinas en las que despacharse a gusto con los que todavía nos gusta perdernos entre los huecos que forman las palabras (en esa home of new, used, rare and out of print books )