Desde la fila 6 me siento espectadora privilegiada del espectáculo: el arpa en mitad del escenario, see lo invade todo y la música se siente cerca.

Desde la fila 6 puedo alcanzar a compartir gestos, expresiones, texturas, manos; miradas que al ritmo de tres descuentan el tiempo para que empiece a sonar, para que la banda cósmica se haga dueña del teatro.

La Metafonía se extiende casi tres horas y erizan la piel los matices de las nuevas voces (me quedo con Rita Damásio). Pero eché en falta esa conexión con los que estábamos allí. A pesar de la calidez de cantantes, de instrumentos, de los sonidos, el patio de butaca estaba frío… aunque al final la música me abstrae, me embriaga y me olvido de que falta calor humano, falta crear ambiente; pero también consigo (sólo a ratos) dejar de explicarme esos inexplicables elementos discordantes:¿cómo?¿palomitas en un teatro?¿palomitas para un concierto?.

Me hago un ovillo en mi asiento de la fila 6, le agarro del brazo y le vuelvo a dar las gracias por este regalo tardío… y me dejo llevar, de nuevo, por esa música…